Una de las tareas fundamentales del entrenador es contribuir al propio conocimiento de los deportistas, de sus talentos, de sus puntos fuertes y de sus áreas de mejora, así como de las creencias internas que pueden limitar su rendimiento.
Es fundamental describir en este punto el modelo de competencias de Mc Clelland con su iceberg asociado.
Modelo del iceberg de Mc Clelland
Para un completo autoconocimiento, el entrenador debería hacer pasar a sus deportistas por cada una de las seis áreas asociadas a dicho iceberg:
- Conocimientos: información que el atleta posee del desempeño en su deporte.
- Habilidades: capacidades del deportista.
- Rol social: su patrón de comportamiento ante cada uno de los miembros del equipo deportivo.
- Imagen de sí mismo: concepto que el deportista tiene de sí mismo.
- Rasgos: el comportamiento más asentado en el deportista.
- Motivos: las razones de su motivación.
Para un deportista es fundamental trabajar las seis áreas.
Se propone al entrenador trabajar los conocimientos y habilidades a través de una matriz DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades), ya que es una de las herramientas más utilizadas, por su éxito, en este aspecto. Es necesario que el atleta tenga un alto nivel de madurez para exponerse a la autocrítica y poder desarrollar este examen. El entrenador tiene que enfocarlo desde un punto de vista positivo, donde el objetivo fundamental sea el beneficio del deportista y su continuo crecimiento profesional.
El análisis DAFO se asienta sobre dos pilares:
- Análisis interno del deportista.
- Análisis externo del entorno del deportista.
El entrenador tiene que trabajar ambos aspectos con el deportista. En el interno, abordarán las debilidades y fortalezas del atleta, y en el externo, las amenazas y las oportunidades para investigar el entorno deportivo y descubrir cómo éste puede afectarle.
El mejor camino hacia el éxito pasa por conocerse a uno mismo desde una perspectiva lo más objetiva posible. En esto es fundamental el apoyo externo del entrenador.
Un modelo para trabajar el DAFO del deportista podría seguir esta línea:
Como réplica al análisis DAFO existe el análisis CAME (Corregir, Afrontar, Mantener, Explotar). Es fundamental destacar que como líder-“coach” el entrenador debe trabajar sobre un plan de acción con su deportista para corregir sus puntos débiles y potenciar los potentes, por eso el análisis CAME es fundamental.
El análisis CAME consiste en:
- Corregir las debilidades.
- Afrontar las amenazas.
- Mantener las fortalezas.
- Explotar las oportunidades.
Reflexionando con entrenadores sobre DAFO realizados con sus deportistas destacan la importancia de ayudarles a destapar sus puntos ciegos desde una perspectiva asertiva.
Los entrenadores destacan como puntos débiles más destacados en sus atletas:
- Una desmedida ambición por el éxito asociado al reconocimiento social.
- Objetivos poco realistas.
- Sacrificio desmedido y sin mesura.
- Malestar por no poder controlar las opiniones ajenas.
- Gran peso de la influencia externa.
- Preocupación por la perfección extrema.
- Baja autoestima y autoconfianza.
Respecto a este último punto, es fundamental para un deportista que quiere alcanzar el éxito deportivo tener confianza en sí mismo, y ahí el entrenador tiene que dedicar una especial dedicación.
La autoconfianza es el sentimiento de aceptación y aprecio hacia uno mismo. ¿Por qué es importante trabajar la confianza en los deportistas? Porque los profesionales que no tienen autoconfianza:
- Se valoran negativamente de forma permanente. Ese juicio negativo provoca una falta de satisfacción constante. Gallway, en su libro El juego interior del tenis, habla de ese “yo interior” que todo deportista posee. Es un “yo interior” negativo que enjuicia cada una de sus acciones impidiéndole mejorar.
- Se autocastigan en demasía cuando el error realmente no ha sido importante. Sobredimensionan el error.
- Se imponen objetivos no realistas. Buscan la perfección, y, si no la consiguen, se desmoralizan.
- Dudan continuamente ante su desempeño por miedo a equivocarse.
- Socialmente desarrollan un comportamiento pasivo o agresivo. La asertividad no forma parte de sus herramientas de comunicación y relación.
- Les aterra ser rechazados por el equipo, la organización, el entrenador, y el resto de las personas si su desempeño tiene impacto social.
- No cumplen con sus objetivos profesionales, como consecuencia de los puntos anteriores.
Por otro lado, las personas que tienen autoconfianza:
- Conocen tanto sus puntos fuertes como los débiles, potenciando los primeros y corrigiendo los segundos.
- Se ponen metas bien definidas y trabajan incansablemente para conseguirlas.
- Son tenaces y buscan conseguir sus objetivos profesionales.
- Se sobreponen rápidamente a los fracasos y los errores, y sacan las conclusiones oportunas para aprender de ellos.
- Estimulan su creatividad.
- No buscan continuamente la valoración y la aprobación del equipo, organización, el entrenador o el resto de la sociedad.
- No tienen problemas de relación con el resto de las personas.
- Muestran sus sentimientos y emociones libremente.
- Son asertivos para defender sus opiniones, incluso si van en contra de las de otras personas.
- No tienen el sentimiento de culpabilidad constante sino que intentan aprender de forma permanente.
El entrenador puede potenciar la confianza de sus deportistas trabajando los siguientes aspectos:
- Valorando a su deportista por lo que es y no sólo por lo que profesionalmente es capaz de hacer.
- Reconociendo los logros que vaya teniendo aunque sean pequeños, ya que, cuantas más experiencias positivas vaya acumulando, mayor será su autoconfianza.
- Impulsando las mejores competencias del deportista que pueden ayudarle en el desempeño deportivo. Realizar una correcta preparación física, técnica y táctica.
- Fomentando una actitud positiva y aprender de los fracasos como una oportunidad de mejora. Mejorarlos de forma conjunta.
- Trabajando con el deportista su diálogo interno (recordemos a Gall-way) para que no verbalice negativamente sus sentimientos, sino de forma positiva.
- Incorporando la técnica de la visualización. El lector de este libro tiene a su disposición un capítulo sobre programación neurolingüística donde se profundizará en esta técnica tan válida y utilizada por los “coaches” deportivos y los entrenadores.
- Definiendo los objetivos del deportista siguiendo los criterios MARTE para contribuir a su motivación y no a su desánimo.
- Dejando que asuman más responsabilidades.
- Desarrollando el sentido del humor y dando la importancia al problema de acuerdo con su magnitud.
- Valorando después de cada jornada de entrenamiento cómo se encuentra el deportista para poder introducir cambios si fuera necesario.
Una de las mejores recomendaciones que el entrenador puede hacer a su deportista para favorecer su autoconfianza, siguiendo las líneas marcadas por la psicología positiva, es pedirle que elabore una lista “motivadora”. En ella apuntará todo lo que le gusta de sí mismo, de su vida, de su trabajo como profesional del deporte, etc., y que, además, no quiere variar. Es una forma estupenda de reconocer las cosas valiosas e importantes que ya tiene, y a partir de ahí seguir trabajando.
El iceberg de Mc Clelland muestra cuatro aspectos ocultos, pero que es necesario trabajar para el propio autoconocimiento. A recordar:
- El rol social.
- La imagen de sí mismo.
- Los rasgos.
- Las motivaciones.
Sería interesante que el entrenador profundizara con su entrenado en los siguientes aspectos:
- ¿Qué creencias condicionan su comportamiento?
- ¿Qué mensajes internos se lanza el deportista cuando está desempeñando su trabajo?
- ¿De qué manera se comporta dentro del equipo?
- ¿Por qué alimenta este tipo de comportamiento?
- ¿Es ése su comportamiento habitual?
- ¿En qué valores se asienta su relación con el entrenador?
- ¿Cuáles son las motivaciones que llevan a querer conseguir el éxito deportivo?
- ¿Cómo suele actuar generalmente?
- ¿Cómo piensa que le ven los demás?
- ¿Cómo le gustaría que le vieran?
- ¿Cómo no le gustaría que le vieran?
El objetivo de este capítulo, como así nos gustaría remarcar, no parte de la premisa de enseñar al entrenador cómo realizar su trabajo. Entendemos que son grandes profesionales y por lo tanto no tiene cabida el cuestionamiento profesional. Nuestro propósito es dar unas pautas sobre los rasgos de personalidad más interesantes para un entrenador que quiera ser líder, y no simplemente un jefe, a fin de que los lectores de este libro puedan, si así lo consideran, hacer su propia evaluación.
Se puede afirmar que los entrenadores, idealmente, se caracterizan porque:
- Sueñan con el éxito de sus deportistas y, por consiguiente, el suyo propio.
- Son planificados en sus actuaciones y proactivos buscando soluciones.
- Son sociables y con carácter positivo.
- Tienen un fuerte control emocional ante situaciones de estrés como constante en su trabajo.
- Tienen un fuerte sentido de la responsabilidad y les gusta ejercer su liderazgo.
- Aceptan de forma positiva las críticas y la posibilidad de crecer con ellas.
- Reconocen que son los primeros responsables de los fracasos de sus atletas.
- Son tenaces. Es su cualidad fundamental para buscar el éxito.
Pero para ser entrenador-“coach” hay una aptitud fundamental que debieran trabajar: gestionar las emociones de sus deportistas.
En primer lugar, nos gustaría concretar que las emociones no son buenas ni malas. Depende del uso que el deportista haga de ellas.
Entendemos que el entrenador no es terapeuta, psicólogo o “coach”, pero sí tiene mucho que aportar a este respecto. Como quedará expuesto en el capítulo dedicado al deporte base, por un lado, los deportistas más júnior buscan en su entrenador una figura de apoyo, que cuide de ellos, escuche sus problemas personales y profesionales, los proteja frente a las dificultades, les dé consejos como experto sobre su futuro y les brinde soporte emocional. La emoción que el entrenador en esa fase debería gestionar generalmente es el miedo, pero los entrenadores no suelen desempeñar este tipo de rol.
Esto también sucede con los deportistas de competición cuando su rendimiento desemboca en éxito o fracaso. En la etapa de competición comienzan las relaciones con los medios de comunicación, demasiados viajes, la vida familiar es inestable, etc.; por ello, es importante que el entrenador aprenda a gestionar el ego, la envidia e incluso la ira que pueden desarrollar en esta fase y que suele ser una causa de sufrimiento y dolor.
No se puede olvidar a los atletas que se acercan al ocaso de su vida deportiva; esta etapa remueve múltiples y contradictorias emociones en los atletas y el apoyo del entrenador es fundamental. No es responsabilidad del entrenador lo que acontece en la vida del deportista tras su retiro, pero sí lo que siente mientras forma parte del equipo y se acerca ese fatídico día.
Decía James Allen que «una persona no puede directamente escoger sus circunstancias, pero sí puede escoger sus pensamientos e indirectamente -y con seguridad- darle forma a sus circunstancias». El Sr. Allen no está hablando de otra cosa que del autocontrol emocional, de mantener bajo control las reacciones e impulsos que afecten al desarrollo deportivo e impidan el alto rendimiento. Estas reacciones e impulsos vienen provocados siempre por una emoción, y como todos sabemos, ésta tiene corta duración. El deportista ya no tiene ninguna excusa para no practicar su autocontrol.
La RAE define emoción como la “alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Goleman, en su libro Inteligencia emocional, nos recuerda, dentro del estudio que realiza de esta competencia, la importancia de evitar un secuestro amigdalar. Es decir, evitar dejarnos dominar por nuestras emociones, lo que es sumamente importante en el caso de los deportistas que se encuentran sometidos a fuertes presiones por parte del entrenador, el equipo, la dirección de su club y/o los aficionados.
Las emociones nos alertan sobre la existencia de problemas. Investigar qué situaciones son las que originan la emoción puede ser interesante para ejercer el autocontrol. La siguiente exposición pretende ser una pequeña guía para esta práctica por parte del entrenador:
- Autoobservación: proponer al deportista recoger por escrito las situaciones que le generan descontrol y qué ventajas le reportaría un cambio de conducta.
- Definición de los objetivos: el deportista tendrá que decidir qué desea conseguir con el entrenamiento en autocontrol.
- Planteamiento de nuevas conductas ante las situaciones que le generan falta de control. En un primer lugar se pueden trabajar a través de rol- play (teatralizando) para posteriormente aplicarlas a la vida real.
- Evaluación con el entrenador: se trabajan las posibles dificultades y problemas que hayan surgido, se establecen nuevas mejoras, si fuera necesario, y se refuerzan las conductas positivas. Es muy importante la motivación por parte del entrenador ante los cambios realizados.
- Interiorización de la conducta para convertirla en hábito. No entraremos a valorar si un hábito se establece en 21 días o más, sino lo importante que para el deportista es ejercer su propio autocontrol cada vez que se presente la emoción.
La reflexión que queremos trasladar al entrenador es que trabajar con el deportista el control de situaciones conflictivas le permitirá tener una mejor relación con el resto del equipo y una mayor autoestima.
El entrenador puede ayudar a reflexionar al deportista con estas preguntas:
¿Se debe trabajar el control emocional, tanto a nivel del comportamiento externo, de lo que el deportista muestra ante los demás, como a nivel interno? ¿Cuáles son sus patrones de pensamiento y creencias? ¿Dónde está el origen de esa conducta?
Se decía que el primer paso en un entrenamiento en autocontrol pasa por la propia observación del deportista. El entrenador debe guiarle si el propio deportista no sabe cómo acometerlo. Puede proponer un experimento a sus deportistas: elegir una de las situaciones que especialmente les resulte perturbadora. Dividir esta situación en tres momentos:
- El momento anterior a entrar en ella.
- El desenlace de la situación.
- Cuando se ha terminado.
El objetivo de este experimento es trabajar la situación con el ánimo de afrontarla airosamente cuando vaya a producirse en la realidad. El entrenador debe ver qué discurso mental se lanza el atleta y trabajarlo.
Debe trabajar correctamente la delimitación del problema:
- ¿En qué consiste exactamente la conducta que le genera un problema de relación?
- Analizar todos los hechos que rodean esa conducta.
- ¿Por qué se mantiene? y ¿cómo puede variarse?
- ¿Con quién ocurre? ¿Es sólo con una persona o no afectan las personas sino sólo la situación?
- ¿Por qué le desestabiliza ese hecho concreto en ese caso?
- ¿Cuándo ocurre?
- ¿Qué es lo que le preocupa de la situación? ¿Por qué se comporta así?
- ¿Cómo hace frente a la situación normalmente?
- ¿Cuál es el objetivo perseguido para querer cambiar esa conducta? Es importante trabajar este punto, ya que para cambiar una conducta, el deportista debe tener un alto nivel de motivación para que tenga éxito.
En los procesos de “coaching” que nosotros realizamos, tanto en el campo deportivo, ejecutivo como personal, cuando trabajamos el plan de acción del “coachee”, una pregunta que realizamos de forma estandarizada es su nivel de motivación para conseguir el objetivo. Pedimos en ese caso que la cuantifique en una escala de 1 a 10. Cuanto más cerca estemos del 10, la implicación del “coachee” para salir de su círculo de confort y afrontar los cambios será mayor. Otra pregunta que hacemos es: ¿cómo podríamos aumentar su motivación hacia la consecución en un punto más? Quizá sea interesante valorar esta opción con nuestros deportistas.
Sería recomendable que el entrenador pidiera al deportista que llevara un autorregistro en el que refleje la conducta manifiesta (pública) y la oculta (pensamientos y sentimientos). Se debería reflejar la frecuencia de la aparición de la conducta-problema:
- ¿Cuántas veces ocurre al día, semana o mes?
- ¿Ocurre en todas las ocasiones o sólo a veces?
- ¿De qué depende?
Esto se representa apuntando el día/hora en que sucedió la conducta a observar y la situación y las circunstancias que la precipitaron. Se le puede dar una puntuación (1-10) para el nivel de intensidad y se debe apuntar la conducta concreta que se ha realizado, tanto la externa como la interna, es decir, lo que se ha hecho, lo que se ha pensado al respecto y lo que se ha sentido física y anímicamente.
El autorregistro pretende, por un lado, concienciarse de la importancia que tienen las creencias y, por otro, hacer conscientes por medio de este método los pensamientos que va teniendo el deportista a lo largo de un tiempo establecido cada vez que se siente mal. Es importante dar un paso más y elegir pensamientos alternativos, argumentos que se contrapongan a los que normalmente hacen daño a la persona y que sean lógicos y racionales, así como llevarlos a la práctica.
Para trabajar el autocontrol también se puede recurrir a técnicas de reducción de la ansiedad como la relajación progresiva (muscular) de Jacobson y el entrenamiento autógeno de Schulz, así como técnicas de respiración. No es objetivo de este capítulo entrar en estos temas, ya que pretendemos hacer una pequeña guía de mejora y no trabajar al nivel de la terapia. Aun así, es una invitación al entrenador si desea buscar más información al respecto para que le sirva de orientación de por dónde debe seguir.
Decía Albert Einstein que «hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica. Esa fuerza es la voluntad». De esto va la siguiente competencia, de trabajar la voluntad hacia la mejora, el trabajo bien hecho, la superación y, en definitiva, la motivación de los deportistas por parte del entrenador.
El tema de la motivación en deportistas es probablemente uno de los temas centrales para los entrenadores. ¿Cómo lograr que se entreguen al 100% de sus capacidades? ¿Cómo impedir el abatimiento, la pereza y el derrotismo durante las sesiones de entrenamiento o competiciones que se extienden tanto en el tiempo? ¿Se puede realmente estimular la motivación de los deportistas?
A nosotros, la definición que establece la RAE nos parece muy gráfica y adecuada a la hora de explorar esta competencia: “disponer del ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo”. Nos apoyamos en esta definición por dos motivos:
- Porque establece que la motivación es personal e intransferible, no una forma de estimulación genérica.
- Porque debe existir la voluntad por parte del deportista de querer ser motivado.
Con frecuencia, en el mundo del deporte se recurre a recompensas externas e incentivos para acrecentar la motivación: primas ante un éxito conseguido, becas, medallas o trofeos. Es lo que se conoce como herramientas de motivación de primer orden. No estamos en contra de este tipo de herramientas de actuaciones para incrementar la motivación, pero tiene un impacto temporal muy limitado. Proponemos otras técnicas complementarias, las denominadas herramientas de motivación de segundo orden, que pueden contribuir al bienestar del deportista y que quizá merezca la pena llevarlas a la práctica:
- Crear un ambiente de trabajo positivo.
- Fomentar el optimismo: “el optimista es una parte de la respuesta. El pesimista es siempre una parte del problema ” (anónimo).
- Participación en las decisiones.
- Implicación en los resultados.
- Desarrollar un sentido de pertenencia al grupo.
- Ayudarles a crecer marcando objetivos de éxito para ellos.
- Ser agradecido y dar refuerzo positivo siempre que sea posible.
- Dar feedback. Ser objetivo.
- Aumentar la confianza de los deportistas.
- Ayudarles a gestionar y enfrentarse a sus problemas.
- Asumir que el fracaso forma parte del trabajo y crecer con ello de forma conjunta.
- Darles apoyo.
- Brindarles oportunidades. Todos los deportistas tienen que tener la ocasión de experimentar a lo largo de su carrera.
- Escucharlos.
- Premiar la excelencia.
- Celebrar los éxitos.
y conseguir su máximo rendimiento y resultados.